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Channel: François Ralle – Otras miradas
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Liberté, égalité… masacre

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François Ralle Andreoli
Asesor político y representante de los Franceses de España

Los franceses entran en el verano con su fiesta nacional, el 14 de julio. En este mes de julio de 2016, después de perder con elegancia la Eurocopa que organizaban, se disponían de nuevo a pasar las tardes mirando el Tour, a disfrutar de los bailes de bomberos y de los fuegos artificiales, antes de acabar en alguna playa del sur, de preferencia española. El gobierno, por su parte, pensaba por fin encontrar un respiro después de meses de una amplia movilización en contra de una reforma laboral que acabó imponiendo por decreto a sus propios diputados y a todo un país (el 70% no la quiere). Los progresistas de todo tipo, desilusionados por el terrible balance de Hollande, precisamente, pensaban analizar y asentar para septiembre ese momento de resistencia que ha durado más de 4 meses, a partir de un interesante movimiento ciudadano con el momento Nuit Debout y la exigencia de regeneración democrática, al que se acopló un amplio e impresionante movimiento social y sindical que Valls no consiguió ni cansar, ni comprar, ni silenciar.

El engranaje del terror

Sin embargo, una vez más, el terrorismo de masa irrumpe y satura la agenda comunicativa para impedirnos pensar, respirar, construir. Ha permitido justificar una enésima ampliación del estado de emergencia, solución que ha sido obviamente poco eficiente para la lucha contra el terror islamista, pero sí para mantener esa atmósfera de estado de sitio, para presionar y frenar desde hace meses las manifestaciones ecologistas y sindicales, con una violencia digna de los peores gobiernos conservadores. A pesar de que en las calles se haya reivindicado una vuelta a los valores de la República y la defensa del modelo social francés, de nuevo se desarolla una situación de desequilibrio, de angustia colectiva con esas terribles imágenes, de familias con sus niños aplastadas por un camion. Ya escribimos que todo funciona como si las agendas del Front National y de Daesh, confluyeran en un mismo interés, frente a un gobierno atónito que contesta con más movilizaciones de tropas en Siria y Irak.

Parece que el asesino franco-tunecino de Niza era un lobo solitario o más bien un loco solitario, nada o muy poco conectado con Siria. Aún así, qué regalo para el Front National que ocurra un atentado sanguinario perpetrado por un franco-magrebí en las tierras de la extrema derecha. El sureste es el feudo de la sobrina ultra Marion Maréchal-Le Pen y de la derecha mas rancia como el antiguo alcalde de Niza, Estrosi, que quiso impedir en su ciudad las banderas de Argelia durante la última Copa del mundo. Da igual que entre las víctimas de Niza haya muchos franceses de origen magrebí, festejando con ilusión y alegría su fiesta nacional, los demagogos poco a poco vuelven a vender su teoría del “enemigo del interior”.

Francia ha sido atacada en sus fundamentos tres veces: en enero, la libertad de expresión de Charlie Hebdo, la libertad de su juventud en noviembre y el conjunto de la República, en su propia fiesta nacional la semana pasada. En enero, hubo una preciosa reacción republicana y unitaria, todos “éramos Charlie”. En noviembre, ya fue otra cosa, se reaccionó con miedo, con el estado de emergencia y una absurda tentativa de cambio de la constitución en caliente. ¿Que reacción traerán los eventos de Niza y la iteración de la barbarie? Edwy Plenel director de Mediapart, recuerda en un bonito texto (“el periodismo frente a la angustia”) que Camus defendía la necesidad del análisis crítico frente al miedo. Solo con análisis, con actuaciones comedidas se puede conseguir una resiliencia colectiva, la lucha contra un adversario mutante y la defensa de los valores democráticos: diplomacia multilateral para ahogar económicamente al ISIS, plan de emergencia social en los suburbios, renovación del sistema policial y de espionaje francés tocado por los recortes…

De momento, solo se confirma la acentuación de la respuesta de hiperseguridad del estado, con la que no sabemos lo que ganamos, pero si lo que poco a poco perdemos. Aquí mismo en España, repuntan en esa “lucha contra el terror” señales de derivas hacía un “Estado policial”, como lo recuerdan Miguel Mora y Marià de Delàs. En Francia, como tantos demócratas, Paul Alliès, jurista socialista cercano a Montebourg, se lamenta de esa banalización de la excepción y de la peligrosa inversión de la superioridad del principio judicial sobre el policial propio de una democracia (en el estado de emergencia, la policia puede actuar sin depender de una orden judicial).

La maquina de construir monstruos nihilistas

Pero parece que el análisis crítico también recula. En enero, para entender como la sociedad francesa puede producir monstruos como los hermanos Kouachi que liquidaron en unos minutos a toda la redacción de Charlie Hebdo, se invitó reiteradamente en las televisiones al brillante juez antiterrorista Trevidic, especialista en la radicalización e islamización de los jóvenes en los suburbios y las cárceles. Trevidic es, precisamente, una de esas figuras necesarias en esos momentos de gran emoción nacional y recordaba que el fenómeno de la radicalización islamista es complejo, que, por ejemplo, una cuarta parte de los que salen hacia Siria son conversos sin orígenes musulmanes. Reconocía también que pasadas unas semanas, el estado de emergencia no sirve de nada contra el terrorismo pero pone en peligro el funcionamiento de la justicia. Criticaba una elite política que solo imagina respuestas “simples y a corto plazo”.

Hoy, al contrario, entramos en una fase donde da miedo la huida hacia delante de los medios y de una opinion pública obnubilada por la seguridad y que pueden llegar a comprar con votos al que se la presente de la manera más demagógica posible, entre Sarkozy o Le Pen. La idea no es caer en la agenda de los terroristas y de los extremistas y no huir hacia una suerte de “unidad nacional de la seguridad”, resignandose frente a todas las demás urgencias empezando por los combates frente a la deriva neoliberal.

No es la primera vez que la República francesa es atacada por la monstruosidad del terrorismo islamista. Los que sufrimos los atentados islamistas del GIA algerino y de Kaled Kelkal en 1995, sabemos lo que es el miedo y la angustia frente al terror. Pero no cundió el pánico. Es verdad que hay algo angustioso en la mutación actual de los asesinos. Khaled Kelkal y sus complices, ponían bombas artesanales en metros antes de escaparse, porque sí que les importaba su vida. Hoy en día, la radicalización islamista parece una máquina de construir locos nihilistas capaces con muy pocos medios de producir masacres 10 a 20 veces más mortíferas ya que están dispuestos a perder su vida. Las causas de esa transformación deben de ser analizadas y pensadas.

Se publicó en Le Monde, en 1995, una interesantísima entrevista que hizo a Kelkal, un sociólogo alemán, Dietmar Loch, antes de que se hubiera radicalizado. El joven habla de la discriminación, de su voluntad de integración, de una Francia con dos mundos, los suburbios y el mundo acomodado de los blancos del centro. Obviamente, cuando se leen las biografías de estos asesinos se ven elementos recurrentes, las condiciones socioeconómicas y discriminatorias que preceden su deriva, el papel central de la carcel como lugar de endoctrinamiento… Existen seguramente mil factores suplementarios que explican porque aislados franco-magrebis marginados emprenden esa lenta metamorfosis hacia el nihilismo sanguinario: familias problemáticas, papel de las redes sociales, adicción a los videojuegos violentos, desarrollo en los suburbios del salafismo y de escuelas coranicas financiadas por las monarquias del golfo…

Seguramente, existe un problema especifico que necesita de soluciones complejas, y no solo se puede contestar desde la generosidad del universalismo republicano francés. Recuerda el juez Trevidic que de parte de los jihadistas “Todo se puede imaginar. Podrían hacernos daño atacando a una escuela. Nos conocen perfectamente. Saben como razonamos y como llevarnos al limite.” Porque no son sirios, “son de los nuestros”.

Aún así, como lo reconoce en parte el proprio juez, no habrá ayudado a frenar esta radicalización la dimisión del Estado desde la época Sarkozy, su disolución en la política de la austeridad y sus efectos recesionistas ni los recortes en ayudas sociales y políticas urbanas, ni la perdida de medios de los servicios de información, la disminución del papel integrador de la escuela, la incapacidad de producir un nuevo relato nacional integrador, la desaparición de una voz diplomática propia en el medio oriente…


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